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15-11-2014
Yo también pensé que podía ser hogar temporal.
En general, a todos nos gustaría hacer un poco más a favor de los animales que menos tienen. El ver a un perrito o aun gatito en la calle nos hace desear que pudiéramos encontrarle un buen hogar a todos ellos.
Muchos de nosotros hemos visto videos donde alguna persona involucrada con una asociación o cuerpo de rescate animal atrapa a un callejero, para encontrarle luego un hogar mejor. Parece fácil, podríamos pensar. Quizás lo único que se necesita es voluntad.
Bueno, no precisamente. El tener a tu cuidado a un animalito que estuvo en abandono o en situación de calle no es una tarea sencilla. Me tocó experimentarlo.
Todo empezó cuando un amigo me pidió ayuda en calidad de urgente. Resulta que una persona se había comprometido a llevarse a un perrito a su casa, pero cuando se lo trajeron no resultó ser lo que esperaba y lo dejó en un cuarto de servicio del edificio de departamentos donde vivía mi amigo.
Él tenía llave de ese cuartito y queriendo evitar que el perro se quedara en la calle, se ofreció para darle hogar ahí, de manera temporal.
Después de tres días con sus noches, los vecinos se quejaron con la casera de los aullidos y ladridos. Mi amigo estaba sentenciado: el perro se iba.
Bueno, pensé, yo ya he tenido perros. Tengo espacio y tiempo. Y el perro es de talla pequeña, monísimo, tiene cinco meses y unas posibilidades locas de ser adoptado entre nuestros conocidos.
Acepté y me vi con perro monísimo en casa. Todo estuvo bien, hasta que me di cuenta que el perro no se me despegaba. Algo había leído sobre el “estrés de separación”. Ok, se le quitará con el tiempo, pensé.
Tres noches mal dormidas después, empecé a darme cuenta que no sería tan fácil. El perrito no aceptaba estar en la cocina, encerrado. Rascaba la puerta hasta sangrar sus patitas. Aullaba, ladraba y gritaba de una manera que me rompía el corazón. Luego, la cabeza.
Entendí que este perro no podía ser tratado como un cachorrito recién traído; sus condiciones de vida habían sido diferentes y su ansiedad era extrema.
Cedí y acabó durmiendo conmigo en mi habitación, en su cama improvisada. Santa paz. Eso sí, cada vez que me levantaba, me seguía. Al abrir la puerta del baño, ahí estaba, esperando ansioso.
Cumplí mis obligaciones como buen hogar temporal: Alimento, desparasitación, esterilización, cama, juguete, correa y collar. Paseos, cepillado, baño y juegos.
Pero el acoso del perrito lo empezó a volver menos mono a mis ojos, de repente. Cuando salía, tenía que dejarlo con alguien para que lo vigilara y que no destrozara algo, se hiciera por todas partes o se lastimara por la angustia que tenía.
Los posibles adoptantes no acababan de llegar y me empecé a desesperar. Me di cuenta que no había pensado en la posibilidad, muy real ahora, de que la estancia temporal de este perrito podría ser PERMANENTE.
El perrito le empezó a encontrar el gusto a defecar en mi sala. No importa si lo sacaba y cuantas veces.
Los momentos de calma eran hermosos, él, dormido en su cama y yo haciendo cualquier actividad…confinada a mi habitación, pero en calma.
Después de un mes, una llamada: ¡la amiga de una amiga de mi amigo quería el perrito!!
Vinieron por él, entregué el kit completo, la comida…y parte de mi corazón. Lloré cuando se fue. Y no por que quisiera quedármelo, que no era el caso, sino por que verdaderamente me encariñé.
Aprendí una valiosa lección, que divido en varios puntos:
*Gente con buen corazón, sin suficiente información habemos muchas. Y a veces podemos hacer mucho daño, queriendo hacer un bien. Al animalito y a nosotros.
*Para ser hogar temporal debes tener tiempo, espacio y voluntad, sí, pero también estar consciente que el “hogar temporal” puede ser por años. Un hogar temporal no tiene vacaciones.
De manera que también debes tener un respaldo económico para el imprevisto de ese tiempo que no sabes cuánto será, tanto para sus gastos, como para las posibles reparaciones que tengas que hacer por su causa.
*También, debes estar consciente que el animalito se va a ir. No es saludable que estés al 100% emocionalmente.
*Debes tener tres áreas. Una (si cuentas con más mascotas) para poder poner en “cuarentena” al recién llegado; no sabes cómo reaccionará con otros de su misma especie o de otra, si presente síntomas después de algunos días de alguna enfermedad o que ya llegue enfermo con algo contagioso. No pongas en riesgo a tus otras mascotas.
La siguiente, es cuando el animalito está en proceso de vacunación.
La tercera, cuando ya pasó los controles (está sano físicamente) y entra en proceso de socialización con otros de su especie y de otras especies.
*Un animalito de la calle entra a tu casa con ciertos antecedentes que lo hacen vulnerable o sensible a algunas reacciones, olores, personas, cosas o a otros animales.
No te asustes, sientas indignado o pienses que “es un malagradecido”; si fue maltratado físicamente o por abandono, los síntomas irán saliendo poco a poco.
Es un proceso lento y doloroso y deberás tener paciencia para reparar, si se puede, el daño.
El perrito tiene ya tres meses en su hogar permanente y según informes, está adaptándose muy bien a su nueva familia: siempre hay alguien en casa, lo que resulta maravilloso para ir curando su ansiedad de separación.
Y yo ya aprendí que es mejor decir “no” que dar un “sí” sin pensar.
Foto:
oregonlive.com
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